El 21 de enero de 1859, hace ahora 153 años, moría en el Oratorio de San Francisco de Sales un adolescente de apenas 14 años llamado Miguel Magone, señalado en algunas biografías como "el pandillero de Dios".
Don Bosco lo conoció en el otoño del 1857 en la estación de un pequeño pueblo llamado Carmagnola, a treinta kilómetros de Turín. La tarde estaba lluviosa y una densa niebla lo envolvía todo. Don Bosco esperaba el tren que habría de conducirlo a Turín.
omo cuenta él mismo, un grupo de muchachos jugando y forcejeando llamaba la atención de los viajeros por sus gritos y correrías, sus voces atronadoras y empujones en medio de las carreras. Según sus propias palabras, “entre aquellos gritos sobresalía una voz que, dominando a las demás, era como la de un jefe, repetida por sus compañeros y obedecida por todos”. Así que un capitán de “bandidos”, pensó Don Bosco. Y en un instante, entre forcejeos y golpes esquivados, se puso en medio de ellos cortando la respiración a más de uno. Todos echaron a correr al ver a aquel cura interrumpiendo sus juegos. Todos, excepto uno, que avanzó hasta Don Bosco con aire altivo:
- ¿Quién eres tú para venir a entrometerte en nuestros juegos?
- Soy un amigo tuyo - respondió Don Bosco. - Y tú ¿quién eres?
- ¿Yo? ¿Quién soy yo? Miguel Magone, capitán de este ejército.
Miguel tenía trece años. Era un chico que vagabundeaba por las calles y se había hecho con el mando de una banda de muchachos como él: carne de cañón, sin presente ni futuro, con la cárcel en un horizonte más o menos próximo. El párroco de Carmagnola lo describía así: “El joven Magone es un pobre chico, huérfano de padre; teniendo la madre que ganar el pan para su familia, no puede asistirlo ni vigilarlo, y él, abandonado, pasa el tiempo en las calles y en las plazas entre los vagos. Tiene un ingenio despierto y poco común y lo creo de buen corazón; vivo e inquieto, en la escuela es un alborotador. Cuando no está, los profesores respiran…"
Magone no podía imaginar que aquel encuentro le cambiaría la vida. En efecto, Don Bosco fue su amigo. Lo llevó consigo a Turín y en Valdocco encontró una casa, una familia, un padre y una nueva oportunidad para su vida. Abandonó la calle y comenzó a tomarse en serio sus estudios. Descubrió, como nunca antes, la presencia de Dios en su vida y recorrió un camino de crecimiento en la fe que le llevó hasta el planteamiento y el discernimiento vocacional.
Miguel murió muy pronto, a inicios del 1859, afectado por una enfermedad pulmonar. Pero en ese corto espacio de tiempo junto a Don Bosco, encontró sentido a su vida, tomó las riendas de su existencia y experimentó qué significa que alguien confíe en vos.
Nace en Cantalpino (Salamanca, España) el 15 de diciembre de 1899.
Vive una infancia pobre pero feliz y luminosa de fe en la pobrísima casa en la que el padre, la madre y las hermanas alternan el trabajo y la oración en un clima de amor recíproco y de caridad hacia todos.
Su vida está muy pronto señalada por fatigosas jornadas de trabajo en el servicio a las familias del pueblo. Del padre aprendió con vivo interés las primeras nociones de catecismo que le permiten recibir el "Pan del Cielo" a los nueve años.
En aquella hora Sor Eusebia vive en su interior algo grande e inefable: ha surgido una llama de intenso amor a Jesús Sacramentado, que le da una "gran felicidad" en cada encuentro eucarístico. Este amor la lleva a vencer toda dificultad y a superar el tierno afecto que tiene a su familia, para consagrarse enteramente al Señor como Hija de Mª Auxiliadora (1924).
Destinada a la casa de Valverde del Camino (Diócesis de Huelva), es encargada de la cocina y de otros trabajos comunitarios, a los que se entrega con amabilidad, servicio generoso y alegre disponibilidad.
En el Oratorio festivo sigue con un apostolado eficaz a las niñas más pequeñas, pero se encuentra con frecuencia rodeada de las jóvenes y de los mismos adultos, atraídos por su espíritu de oración y por su fe convencida y convincente.
Su profundo deseo es "hacer resonar en cada casa la oración" para que en cada alma sea honrada la Pasión del Señor. Con sus numerosas cartas se hace propagandista incansable de la devoción a las Llagas del Señor, para obtener perdón y misericordia para todos los pecadores. En el 1931, en vísperas de la revolución, Sor Eusebia se ofrece víctima por la salvación de los hermanos de España y del mundo.
Durante tres años vive grandes sufrimientos y se acrecienta en ella el gozo de la espera del paraíso, que se le abre el 10 de febrero de 1935.
Sus retos reposan en Valverde del Camino (Huelva, España).
Es beatificada por Juan Pablo II el 25 de abril del 2004, en Roma.
Laura vicuña muy devota de Santo Domingo
savio a quién se parece por su amor puro a Jesús y a la virgen.
En el colegio es admirada como la mejor compañera, alegre estudiosa amable y servicial.
(Laura con varias niñas estudia, las
trata bien)
Las superioras se quedan maravillada de su obediencia, y del inmenso amor que siente porJesús sacramentado y por María Auxiliadora.
(Laura se acerca a las hermanas les sonríe y se arrodilla y ora)
Un día en clase de religión, cuando la
religiosa empieza a hablar de unión libre, la niña empieza a palidecer.
(Laura sentada en un pupitre,
se asusta)
Laurita se ha dado cuenta de un gravísimo mal: su madre, el ser que ella más ama en el mundo,después de Dios y la Virgen, su mamá Mercedes, vive en pecado.
Laura hace un plan: ofrecerá su vida a Dios, con tal de que la mamá abandone a ese hombre
con el cual vive en pecado.
(se arrodilla, para ofrecerle la vida a
Dios)
(se encuentra con la mamá y le dice: " Mamá
he ofrecido al señor mi vida por ti")
su mamá le promete solemnemente a Dios abandonar
desde ese mismo momento a aquel hombre".
Madre e hija se abrazan llorando.
Desde aquel momento el rostro de Laura se torna sereno y alegre. Siente que ya nada le retieneen esta tierra. La Divina Misericordia ha triunfado en el corazón de su amadísima madrecita.
Su misión en este mundo ya está cumplida. Dios la llama al Paraíso.
“Uno solo es mi deseo: que sean felices en el tiempo y en la eternidad”, dejó escrito a sus jóvenes el gran San Juan Bosco, fundador de la Familia Salesiana y declarado “padre y maestro de la juventud” por San Juan Pablo II.
Don Bosco nació un 16 de agosto de 1815 en I Becchi, Castelnuovo, Piemonte (Italia). A sus dos años murió su padre y su mamá, la “Sierva de Dios” Margarita Occhiena, siendo analfabeta y pobre, se encargó de sacar adelante a sus hijos.
A los nueve años Juanito tuvo un sueño profético en el que vio una multitud de chiquillos que se peleaban y blasfemaban. Él trató de hacerlos callar con los puños, pero se apareció Jesús y le dijo que debía ganarse a los muchachos con la mansedumbre y la caridad. Asimismo, Cristo le mostró a la que sería su maestra: la Virgen María.
Luego, la Madre de Dios le indicó que mirara donde estaban los muchachos y Juan vio a muchos animales que después se transformaron en mansos corderos. Al final, la Virgen le dijo estas memorables palabras: “A su tiempo lo comprenderás todo”.
Poco a poco fue creciendo en Juan un gran interés por los estudios, así como su deseo de ser sacerdote para aconsejar a los pequeños. No obstante, para lograrlo, muchas veces tuvo que abandonar su casa y trabajar en diferentes oficios que, en el futuro, él enseñaría a sus muchachos para que se ganen un sustento.
Ingresó al seminario de Chieri y conoció a San José Cafasso, quien le mostró las prisiones y los barrios bajos donde había jóvenes necesitados. Recibió el orden sacerdotal en 1841 y buscando prevenir que los muchachos se pierdan en malos pasos, entonces inició el oratorio salesiano que desde sus inicios reunió a cientos de jóvenes.